lunes, 19 de octubre de 2009

30 setiembre, Día 9: Boadilla del Camino - Sahagún

Distancia recorrida: 67.5km



La noche anterior, habíamos estado planeando el día, con ayuda de un documento que teníamos mostrando el perfil del recorrido, los pueblos y distancias. El problema es que no me puse los anteojos y les dije a Miguel y Oscar que podríamos llegar a León.

Nos levantamos a las 7am, desayunamos sendos tazones
de café y tostadas con mermelada y salimos a las 8:10. Yo amanecí adolorida y me dolía cuando levantaba la pierna para montarme en la bici, pero no al pedalear. Miguel y Oscar seguían con sus resfríos en diferentes estados de desarrollo.

Estaba a 13 grados, pero con nubes altas. El camino casi de inmediato enlazó con la orilla del Canal de Castilla, siguiéndolo hasta la entrada a Frómista. Buscamos una farmacia, pero todavía era temprano, así que seguimos hacia Carrión de los Condes, 20km más adelante.

Canal de Castilla

El camino va paralelo a la carretera comarcal poco transitada, así que optamos por la carretera. El paisaje es de planicies con pocos árboles (álamos, Populus sp), algo monótono, aunque a ratos topamos un pastor con sus ovejas. Los campos ya están cosechados de algún cereal y hay unas pocas milpas. Por allí, alcanzamos a la joven pareja española de ciclistas de ayer.



En Carrión de los Condes, pasamos por el albergue del Convento de Santa Clara; Miguel pidió direcciones y nos fuimos a la plaza del ayuntamiento, donde había una farmacia donde conseguimos medicina y jarabe para la tos. Enfrente, nos sentamos a tomarnos un café y una barrita de cereal antes de continuar.

Tomando el segundo desayuno en Carrión de los Condes

Seguimos por el camino, que por aquí sigue una porción de una antigua calzada romana, recta y relativamente plana, con material de piedrillas, así que había que ir buscando trillo. En la veintiúnica subida, se me enredó la bici y donde vi que iba para la zanja, más bien me eché a la derecha y aunque siempre caí, no hubo mayor percance.


Al ratito, topamos una niveladora y aplanadora que hicieron el firme más liso y agradable para ir en bici y así entramos en Calzadilla de la Cueza. De aquí,
seguimos por la carretera, pues el camino va paralelo y casi no hay tráfico (también va paralela una nueva autovía), hasta llegar a Terradillos de los Templarios, donde paramos por un sello en el Albergue Jacques de Molay. Paramos a comernos una manzana y Miguel estaba que se dormía. Nos pusimos a revisar la ruta y resultó que León estaba todavía a 70km todavía y ya llevábamos 50 y tantos hechos ese día. Revisamos donde estaba el error y fue que yo leí mal (sin anteojos...) y los 96km eran hasta el pueblito de Reliegos.

Miguel estaba totalmente grogui y claro, con el café se había tomado la medicina del resfrío y eso lo debe haber noqueado. Decidimos entonces seguir a Sahagún y allí pensar qué hacíamos. De camino, nos alcanzó un ciclista cordobés, Andrés, que primero nos pasó pero luego nos esperó pues no estaba seguro de qué camino seguir. Entramos juntos a Sahagún y nos despedimos, pues él sí planeaba seguir hasta León.

Con Andrés, otro bicigrino, en Sahagún

Nostros lo hablamos y decidimos quedarnos e
n el Albergue Viatoris allí en Sahagún, donde nos recibieron con un vaso de agua y un platito de arroz arreglado muy rico. Las hospitaleras son una brasileña y una argentina, muy simpáticas las dos, la última casada con el chef del lugar.


Aquí también, el albergue es un antiguo granero, bien grande, remodelado. Nos dieron nuestros camarotes (para mí, por favor, el de abajo!) en una esquina, nos bañamos, les dimos ropa para lavar y ya los dos hombres roncaban. En la tarde fuimos a dar una vuelta por la ciudad, pasando por un monasterio en ruinas y la iglesia de San Tirzo. Encontramos un pub donde nos tomamos una Guinnes y a las 7pm, volvimos al convento de las Benedictinas (que también tienen un albergue) que cantaron Vísperas y luego nos preguntaron nacionalidad y nos dieron la bendición (había de España, Australia, Sauráfrica, Alemania y CR); las monjitas eran en su mayoría mayores, con la abadesa de unos 30 y tantos años.


Volvimos al albergue a comer el menú del peregrino, macarrones, ternera y flan, regado con un vino leonés (so,so...). Mientras estábamos comiendo, llegó un peregrino italiano, que se había estado preparando su cena y se cortó un dedo de la mano, pero parece que era una cortada bastante seria (la hospitalera estaba pálida después de verlo) y lo fletaron para el centro de salud, aunque temían que mandarían para el hospital en León...

Miguel decidió tomar de nuevo la dosis que le había sugerido la farmaceútica, pero que en la mañana mejor no tomaba nada, para estar alerta.

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